Fuimos niños de mucha espada
y poca nota.
Crecimos juntos esperando
cuando la vida es corta.
Pido ahora la cachava
del padre que siempre tuve,
que me lloran lágrimas
y todos los suspiros.
Bostezo suave, creyendo
que es de hambre y no de sueño.
Sueño que emana de recuerdos,
ya vivos, en el marco.
Gritan las voces de los flacos,
se caen por la garganta
que, lenta, desgarra
los que se me fueron
de los pocos que quedaron.