Tiembla el rocío de las hojas quietas,
sopla suave el terror de la derrota.
Con todos mis minutos, la carcoma
se alimenta de madera tierna.
Espumas de olas nuevas
se secan prontas en la arena
ahogan la novia de las sombras
y su ilusión perdida del amanecer.
Aúlla el lobo que devoraba los conejos,
se deshacen sus muñecas de marfil
y los caballos que creía seda.
Aúlla siendo esclavo de lamentos.
Nina Leonova